jueves, 30 de diciembre de 2010

Balance



Se acaba el año y –aunque no entiendo muy bien porqué– parece que toca hacer balance. No me veo capaz de puntuar a estos doce meses y hacer una valoración justa. Me llevo en la mochila sensaciones amargas y dulces pero, por desgracia, el sabor amargo perdura más tiempo en el paladar y en la memoria…

Quiero que lo bueno vivido este año me acompañe en el 2011 que está a punto de llegar, pero no quiero olvidar los tachones que han marcado mi calendario en este año que hoy se despide. Necesito tener presente los tropiezos para no volver a caer en el camino.

Nunca he creído en las interminables listas de propósitos que muchos se empeñan en confeccionar a sabiendas de que el día 15 de enero se habrán olvidado… Prefiero saltar obstáculos a medida que avanzo y no imponerme yo misma las trabas.

Sin pena, sin mirar atrás digo adiós a un 2010 que me ha hecho crecer y abro todas las puertas para recibir lo que me quieran aportar estos próximos doce meses. Espero que con ellos lleguen las dos cucharaditas de azúcar que me faltan para ponerle la guinda a mi pastel…


¡FELIZ –y dulce– 2011!

domingo, 19 de diciembre de 2010

No al cierre de webs





Si se aprueba la Ley Sinde,
Internet será una tele más, al servicio del poder.
Por la libertad de expresión
en la Red,
No a la censura. No a la Ley Sinde.
No al cierre de webs.


miércoles, 8 de diciembre de 2010

lunes, 29 de noviembre de 2010

Si te decides a venir...

Diciembre. Con la bufanda enroscada como si de ello dependiera mi vida. Los grados se descuelgan del termómetro de la misma manera que mi antiguo temor a ser feliz se desliza por mis botas de agua hasta el suelo.

Creo que va a llover. Necesito que llueva. Echo de menos la lluvia y te echo de menos a ti. Sí, a ti. No recuerdo tu nombre. Ahora dudo de si llegaste a decírmelo. No sé si te he llegado a conocer. Pero ¿Sabes? Echo de menos los paseos que no hemos dado, las películas que jamás hemos visto, las peleas que nunca hemos tenido y las hojas rojas caídas de esos árboles, que nunca hemos pisado.

Mientras te decides a venir, yo voy dándole vueltas al café. Se me ha quedado frío. Maldito diciembre, maldito termómetro.

miércoles, 3 de noviembre de 2010





Cuando estés disfrutando del paisaje no te importará haber tardado en cerrar la maleta.

domingo, 10 de octubre de 2010

Tu nada es más que cualquier todo



Nadie lo entendía. Ni siquiera yo. Pasó una tarde de mayo, de casualidad. Tal y como empiezan la mayoría de historias bonitas. En realidad, esto es lo que a mí me gusta pensar. Esa presencia pasajera se convirtió en la obsesión continua que ha marcado mi existencia en estos últimos tres años. Todo cambió como de cero a cien. Tenía que ser todo o nada. Tres años después, en este gris octubre, nadie lo entiende aún. Sólo yo lo veo más claro. Sigo sin tener nada pero ya no aspiro al cien. En los ratitos en que parece que la historia va a cambiar me pregunto si merece la pena arriesgar. Dura poco ese pensamiento. Arriesgar puede suponer perder y no estoy dispuesta a tanto. Sé que no tengo nada, pero (tu) nada es más que el todo que me ofrezca cualquier otro. No pretendo que nadie lo entienda.









miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ha vuelto

Volví a pasar la página del calendario y allí lo encontré, de nuevo. Esperándome con las últimas tormentas de verano y las hojas gastadas y amarillentas de esos apuntes que soy incapaz de retomar. Como diría el maestro, Ismael Serrano, vuelve negro como una caries, un septiembre estudiantil.

Me habla de reencuentros, de la luz de los fluorescentes y de blocs de notas aún sin estrenar. Presagia la vuelta del abrigo y de mis botas de agua. Por fin. Atrás quedan las horas muertas sin un calendario futbolero al que aferrarse. A decir verdad, añoraba la rutina. Ese vértigo del retorno a lo de siempre, de las vueltas del reloj. Echaba de menos los cruces de bostezos anónimos en vagones de metro abarrotados. Vuelven los horarios de trenes que no te llevan a la libertad y los ascensores cargados con caras de rutina y trabajos acabados a última hora.

Un año más, anotaré las primeras tareas en esa agenda que atará mi rutina de los próximos nueve meses. Eso sí, con buena letra. Todavía no tengo motivos para torcer el renglón. Y si los motivos llegan, me espera la cafetería que, aunque parezca mentira, a mí el café junto a buena compañía me relajan.

Poco a poco, el calendario me recordará que en el mundo hay más colores. Ese momento en el que los naranjas se convierten en marrones y los azules del mar en grises de borrasca. Cuando el termómetro desciende como mis manos buscando los bolsillos de mi vieja chaqueta. Ese punto en el cual aún es pronto para hacer balances y lo suficientemente tarde como para dar marcha atrás.

Sin embargo, cada vez que ojeo el calendario algo por dentro me resulta diferente. Este año no ha vuelto como siempre. Es, seguramente, el último septiembre de una gran etapa. Un septiembre que nos hace más viejos a todos. Sé que ha llegado lo que siempre he querido y temido, a partes casi iguales.

Hoy, vuelvo a escuchar la banda sonora de mis septiembres: “Ahora” –sí, de nuevo Ismael – y una vez más da de lleno en la diana. Sé que ciertas personas van a empezar a faltarme, así que voy a seguir pasando las hojas del calendario porqué nunca me han gustado las despedidas y aunque aún no te hayas ido, ya estoy deseando que regreses.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Historia de un recuerdo

En el antiguo Egipto, se observó al escarabajo pelotero empujar y hacer rodar una pequeña bola de estiércol dentro de algunas grietas. Las hembras, se encargaban de amasar esta pelotita y las conservaban como reserva de comida en el lugar donde, más tarde, incubaban sus huevos. Esto significó el renacer de la vida para los ciudadanos egipcios y relacionaron al insecto con el sol de levante. Esta relación con el sol –la máxima deidad egipcia- fue la causa de la divinización del escarabajo. Más tarde, fueron los sacerdotes los que se identificaron con el animal con la idea de convertirse en símbolos de vida y regeneración.

Vinculado al dios Jepri, el escarabajo simboliza el que llega a ser o aquel que renace por sí mismo. La renovación constante de la existencia. Los años lo han convertido en amuleto de vida y poder y se dice que aquel que porta uno de estos símbolos cuenta con protección contra el mal, visible o invisible. Además, se sostiene que el escarabajo aporta poder y fuerza y que quien lo lleva durante la muerte, acorde a los ritos funerarios, y que el difunto tiene la posibilidad de resucitar y obtener la vida eterna.

Hoy día, esta civilización antigua ha desaparecido pero tras ella ha quedado un legado de respeto hacia esta cultura milenaria. Quizás nada de lo que se creía en el antiguo Egipto era cierto, quién sabe. Pero a decir verdad, a mí no me importa. Hoy he recibido como regalo un precioso brazalete con el símbolo del escarabajo y, aunque no me convierta en inmortal, yo sé que nunca moriré mientras tenga amigos que me recuerden cuando viajen por la vida.







Gracias, periodista. Gracias, amiga.

martes, 31 de agosto de 2010

Feliz día del Blog



Para celebrar el BlogDay os "presento" cinco de mis blogs preferidos. Disfrutadlos tanto como yo.

No voy a descubrir yo a Ismael Serrano. Un blog tan recomendable como su música. http://iserrano.blogspot.com/

El triunfo de la vocación. Cuando el periodismo se convierte en vida.
http://mar-endins.blogspot.com/

Cuando la magia y la literatura se unen, las ovejas comen estrellas.
http://ovejacomestrellas.blogspot.com/

Las palabras que mejor describen este blog son las de su autora. Pasen y vean.
http://mermeladadem0ras.blogspot.com/

Si te gusta la política este blog no te dejará indiferente.
http://republicapostmarxista.blogspot.com/


http://www.blogday.org/

domingo, 15 de agosto de 2010




"Verás, en mi profesión ser decente suele conducir a que te quedes sin empleo. No sabes cómo está el periodismo en este país."



Dime quién soy. Julia Navarro.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Rarezas al decorar mi trinchera

En lucha contra el cuento de los finales felices y de las princesas que comen perdices. Debe ser porqué yo siempre he sido más de comer queso. Me enfrento en el campo de batalla a príncipes azules (irónicamente, azules) porqué, como ya se sabe, destiñen. Debe ser porqué a mí nunca se me ha dado bien lavar a mano (izquierda).
Acomodo mi pequeña trinchera, al fin y al cabo, mi ejército soy yo misma –que no es poco-. En mi territorio no hay clavadas banderas blancas, en él sólo se clavan olores. Mis olores y mis manías. Mi pequeña guarida con paredes marrones y platos verdes. Sí, ya avisé de mis manías.

Me gusta la soledad de mi refugio y mi cepillo de dientes que aguarda sin compañía. Adoro caminar descalza y que el primer “buenos días” lo susurre la cafetera. Guardo en la trinchera un arsenal de tazas y relojes. Las tazas son para beber(me), sorbo a sorbo, los minutos de retraso que me marca tu reloj. Me río yo de la guerra de los cien años.
En mi cruzada particular los domingos, que siempre comienzan a las doce del mediodía, no conviven con paellas y los (malditos) lunes se despiden en la azotea. No te voy a engañar, desde mi terraza no llego a ver el mar, solo un inmenso enjambre de viejos tejados con ropa blanca al vuelo y palomas despistadas. Amada terraza de postal en días de lluvia y de cine en noches despejadas. Pero si algo me gusta de mi balcón es que acoge a mis aliados y sus cervezas, las mismas que yo soy incapaz de oler. ¿Te he comentado algo de mis manías?
Parece ser que no combato yo sola. Convivo con virtudes y (muchos) defectos. Habito un espacio en el que sólo hay hueco para aqu(él) que lo reúne todo pero que no (me) ofrece nada. Y puestos a ser egoístas, yo he de reconocer que a la hora de dormir, en mi barraca no comparto mis dos lados de la cama.

miércoles, 28 de julio de 2010

Cosas en las que nunca he creído

Nunca he creído en los horarios de trenes ni en los pisos céntricos, con vistas y soleados. Nunca he creído en las canciones de amor con violines y pianos. Nunca he creído en los horóscopos que no pronostican lo que quiero que me pase. Tampoco creo en las palabras dichas a gritos y, mucho menos, en los verbos condicionales. No creo en los balances ni en los zumos “sin azúcares añadidos”. No creo en aquello de que la letra con sangre entra y la patraña del “querer es poder”. No creo en las mañanas de domingo ni en las listas de éxitos. Nunca he creído en el amor eterno y menos aún en la solidaridad publicitada. Nunca creí en los “Un día de estos te llamo y tomamos ese café”. Nunca creí en los lazos de sangre y en la frase: “es por tu bien”. Nunca creo en los Best- sellers ni en los éxitos de taquilla. Nunca he creído en los hoteles con “todo incluido” ni en la frase: “Justo en este momento estaba pensando en ti”. Muchos pensarán que soy incrédula o desconfiada pero yo creo que no.

martes, 27 de julio de 2010

Las primeras gotas


Escribo las primeras palabras de este blog sin saber muy bien qué decir. Se supone que debo presentarme e invitaros a que os paséis por aquí siempre que queráis. Pues bien, soy Verónica y, en no mucho tiempo, me gustaría poder decir que soy periodista. Mi única intención es ir escribiendo mis opiniones personales o reflexiones, ya sea de algún tema de actualidad o de lo primero que se me pase por la cabeza. Aviso: no prometo puntualidad en mis publicaciones, siempre he pensado que las palabras forzadas pierden valor. Mejor que fluyan. Tampoco pretendo que mis opiniones gusten a nadie, aunque sería una grata sorpresa descubrir lo contrario. Si queréis saber más de mí os invito a leer este blog. Quizás os sorprendan algunas rarezas pero, de entrada, prefiero no describirme. Prefiero no limitarme.

Bienvenidos/as.