miércoles, 1 de septiembre de 2010

Historia de un recuerdo

En el antiguo Egipto, se observó al escarabajo pelotero empujar y hacer rodar una pequeña bola de estiércol dentro de algunas grietas. Las hembras, se encargaban de amasar esta pelotita y las conservaban como reserva de comida en el lugar donde, más tarde, incubaban sus huevos. Esto significó el renacer de la vida para los ciudadanos egipcios y relacionaron al insecto con el sol de levante. Esta relación con el sol –la máxima deidad egipcia- fue la causa de la divinización del escarabajo. Más tarde, fueron los sacerdotes los que se identificaron con el animal con la idea de convertirse en símbolos de vida y regeneración.

Vinculado al dios Jepri, el escarabajo simboliza el que llega a ser o aquel que renace por sí mismo. La renovación constante de la existencia. Los años lo han convertido en amuleto de vida y poder y se dice que aquel que porta uno de estos símbolos cuenta con protección contra el mal, visible o invisible. Además, se sostiene que el escarabajo aporta poder y fuerza y que quien lo lleva durante la muerte, acorde a los ritos funerarios, y que el difunto tiene la posibilidad de resucitar y obtener la vida eterna.

Hoy día, esta civilización antigua ha desaparecido pero tras ella ha quedado un legado de respeto hacia esta cultura milenaria. Quizás nada de lo que se creía en el antiguo Egipto era cierto, quién sabe. Pero a decir verdad, a mí no me importa. Hoy he recibido como regalo un precioso brazalete con el símbolo del escarabajo y, aunque no me convierta en inmortal, yo sé que nunca moriré mientras tenga amigos que me recuerden cuando viajen por la vida.







Gracias, periodista. Gracias, amiga.

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