martes, 19 de abril de 2011

Afinando

Se escuchó un golpe seco, contundente, sordo. La puerta de los desaires quedaba, por fin, cerrada. Justo en ese instante recuperó la paz, el silencio que había ansiado durante meses. Supo que, a partir de ese instante, la tranquilidad sería la nota dominante de su noble partitura. Las notas volverían a sonar claras, precisas, sin estridencias...




Respiró hondo, cerró los ojos y comprendió que los pajarracos que perturbaban a las musas habían volado lejos. En ese preciso momento, pudo empezar a componer la mejor melodía de su vida.

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