Se convirtió en globo -verde, por supuesto-. Creció y se fue hinchando de sueños (imposibles, eternos, absurdos) y comenzó a elevarse. Subió, subió, subió... Perdió la conciencia y el control de su vuelo. No supo medir la fuerza de sus deseos y se olvidó del contacto con el suelo. Gran error. No se percató del peligro y, amigo, siempre está presente. El desgarro fue fatal y su cuerpo, cada uno de sus sueños, se deshizo en pedazos que nunca nadie se preocupó de juntar.
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