Diciembre. Con la bufanda enroscada como si de ello dependiera mi vida. Los grados se descuelgan del termómetro de la misma manera que mi antiguo temor a ser feliz se desliza por mis botas de agua hasta el suelo.
Creo que va a llover. Necesito que llueva. Echo de menos la lluvia y te echo de menos a ti. Sí, a ti. No recuerdo tu nombre. Ahora dudo de si llegaste a decírmelo. No sé si te he llegado a conocer. Pero ¿Sabes? Echo de menos los paseos que no hemos dado, las películas que jamás hemos visto, las peleas que nunca hemos tenido y las hojas rojas caídas de esos árboles, que nunca hemos pisado.
Mientras te decides a venir, yo voy dándole vueltas al café. Se me ha quedado frío. Maldito diciembre, maldito termómetro.
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